RODRIGO RODRÍGUEZ: «EN LA VIDA COTIDIANA NOS OLVIDAMOS DE NUESTRA RESPIRACIÓN, EL SHAKUHACHI REPRESENTA EXACTAMENTE ESE PROCESO BIOLÓGICO»

El término japonés shakuhachi (尺八 - AFI: [ɕakɯhatɕi]) significa «1’8 pies», los mismos que, para él separan Oriente y Occidente. Rodrigo Rodríguez, intérprete y compositor hispano-argentino, se pasó sus primeros años entre la música clásica y la música moderna, coqueteando con las cuerdas de la guitarra española... hasta que descubrió la música tradicional nipona de la mano del shakuhachi, flauta japonesa utilizada por los monjes komuso, quienes desarrollaron una práctica de meditación sonora durante el siglo XVI.
Rodríguez decidió entonces aprender de los maestros de este instrumento en el país del sol naciente, donde empezó a desarrollar un lenguaje compositivo propio que, junto a su talento innato, le ha abierto las puertas para actuar en escenarios de todo el mundo. Su maestría con el shakuhachi queda patente a lo largo de su extensa discografía, compuesta por más de una docena de publicaciones, la última de ellas Healing Buddha Music (New Age & Chill Out): Eastern Light Shakuhachi Flute Music (2020), publicada este verano pasado.
¿Cómo alguien que nace en Argentina, pasa buena parte de su vida en España y con formación en guitarra clásica, acaba decidiéndose por tocar un instrumento tradicional japonés?
Rodrigo Rodríguez: «Desde pequeño siempre tuve interés en la música y los sonidos. Recuerdo en Argentina cómo mi familia me introdujo en la música clásica, una de las primeras obras que escuché fue el famoso “Bolero de Ravel”, me quedé cautivado con esa composición.
Pasados muchos años, pasados los 10, otro familiar me introdujo en la guitarra por primera vez, fue ese momento cuando empecé a estudiar la guitarra clásica.
Siempre me atrajeron los sonidos que escuchaba en la vida cotidiana, o en la naturaleza; de niño, cuando íbamos al campo, observaba atentamente los sonidos del viento en los árboles, la brisa, el agua en el mar, etc. Muchos de los instrumentos tradicionales tienen un vínculo con estos sonidos, en el caso del shakuhachi es un instrumento que simboliza muchos sonidos de la naturaleza, incluyendo los animales.
Pasados los 20 años fue cuando decidí estudiar shakuhachi y la música clásica de Japón, dejando atrás mi vida en España me aventuré hacia oriente».
¿Cómo fue la reacción de tu entorno cuando decidiste mudarte a Japón para estudiar shakuhachi?
Rodrigo: «Tenía 23 años cuando decidí viajar a Japón y estudiar la flauta shakuhachi; en esos momentos tenía trabajo, casa y todo... toda mi vida en España. Mis familiares no entendieron mucho esta decisión, aunque ellos ya sabían mi dedicación a la música desde temprana edad, mi pasión y mi interés.
Cuando miro atrás y pienso en cómo decidí irme... actualmente creo que no sería capaz de hacerlo. Muchas de las oportunidades que se te presentan en la vida son únicas, a veces no hay próxima vez ni segundas oportunidades».
No solo ibas a una cultura diferente, sino que entrabas en contacto con la parte más tradicional de esa cultura. Ya allí, ¿cómo te acogieron? ¿Cómo te adaptaste?
Rodrigo: «Al principio creía que me costaría adaptarme a Japón, pero me sorprendió cómo me familiaricé con el día a día en el país del sol naciente. Existen muchos conceptos en la idiosincrasia japonesa que son muy distantes a los nuestros, pero una vez que entiendes el porqué de cada uno, entiendes que existen otras formas de ver la realidad o desenvolverte en ella».
El término shakuhachi significa «1’8 pies», referido a su longitud; para quien la desconozca, ¿puedes describirnos como es el shakuhachi? ¿Cómo definirías su sonido?
Rodrigo: «El shakuhachi es un instrumento fabricado de un material totalmente orgánico y vegetal, en este caso el bambú es secado por el luthier de unos 3 a 5 años. El bambú es un material muy versátil en Asia, tiene un gran valor culinario y se usa para hacer casas, ropa, herramientas, calzado... ¡hasta instrumentos musicales!
El sonido del shakuhachi representa varias cosas, una es el carácter nipón nacional y sus aspectos de humildad y austeridad que tanta relación tienen con el budismo zen, además de los sonidos de la naturaleza y el espíritu.
En nuestra vida cotidiana nos olvidamos de nuestra respiración, ese proceso mediante el cual los seres vivos intercambiamos energía y vida entre el mundo externo e interno de nuestro cuerpo, y el shakuhachi representa exactamente este proceso biológico (respiración) que está conectado absolutamente con nuestro ser».
Tradicionalmente, el shakuhachi era tocado por los komuso, monjes mendicantes pertenecientes al budismo zen. ¿Podrías contarnos sobre su papel y el significado que tenía para ellos?
Rodrigo: «Los monjes komuso fueron una rama del budismo zen que introdujeron en su práctica budista la innovadora técnica del soplar zen; en el zen tradicional normalmente se usa el zazen, que es la conocida meditación sentada.
Los komuso escogieron la interpretación de unos sonidos y obras musicales llamada honkykoku (piezas originales) que fueron la columna vertebral de sus conceptos budistas; ellos creían que tocando el shakuhachi uno podía autorealizarse y alcanzar la iluminación. El concepto de ichi on jo butsu, el logro de la iluminación a través de una sola nota, se convirtió en un aspecto importante en los estudios de los monjes komuso, tal como se desarrolló en periodos posteriores».
Algo muy llamativo de las piezas que interpretas es que son amétricas. ¿Cómo es interpretar piezas tan libres? ¿Cambian mucho dependiendo de quién las ejecute?
Rodrigo: «En el honkyoku y música del shakuhachi se utiliza un concepto relativo llamado MA para medir el tiempo. En las piezas de honkyoku MA implica la disposición desmesurada, pero bien proporcionada de las figuras ornamentales y los tonos largos dentro de la longitud flexible de cada frase; este concepto hace que la música de shakuhachi adquiera un valor único y exótico.
Cada intérprete tiene su propio MA con calidad variable y expresión».
Pero no todo es música tradicional, también hay composiciones propias o de otros compositores modernos. ¿Hay muchas diferencias a la hora de interpretarlas? ¿Y cómo es componer siguiendo patrones tradicionales japoneses?
Rodrigo: «La mayoría de compositores japoneses desde la era Meiji (1868-1912) se fijaron con mucho interés en la influencia occidental musical; la música contemporánea de Japón es una mezcla entre nuestras reglas de composición y las de la música originaria ancestral».
Tocaste en el Instituto Cervantes de Tokio, en la Embajada de Japón, en el Conservatorio de Moscú (Rusia), en el Auditorio Luis Ángel Arango de Bogotá (Colombia) y en el Jardín Botánico de Brooklyn (Nueva York), entre otros, ¿cómo es la acogida de tu música más allá de las fronteras niponas? ¿Y aquí en Galicia?
Rodrigo: «En Galicia actúe, desde mi llegada en 2012, en numerosos conciertos organizados, muchos de ellos, por Casa Galicia Japón o la Embajada de Japón en España. Galicia tiene un tesoro arquitectónico con sus iglesias que son ideales para esta música por su acústica».
Con frecuencia, escoges escenarios de gran valor religioso, arquitectónico e histórico. ¿Qué atmósfera intentas crear en tus directos? ¿De qué manera crees que se retroalimentan música y escena?
Rodrigo: «Es indudable que la música se complementa con otras formas de arte y expresión humana, en este caso la arquitectura para mí es importante, añadir melodías a muros, arcos, templos... espacios sagrados con mucho significado en las tradiciones son escenarios idóneos para esta música».
Hace más de una década que empezaste a estudiar junto al reconocido maestro japonés de shakuhachi Kōhachirō Miyata, con un profundo interés en su obra y repertorio. ¿Cómo describirías la experiencia de aprender de una figura como la suya?
Rodrigo: «La relación con mi maestro Kōhachirō Miyata es de mucho respeto y apreciación a todo su amplio legado musical. La experiencia al estudiar con un personaje como él es muy intensa, las clases están muy orientadas a teoría y técnica de cómo ejecutar sus obras, ya sean para solista de shakuhachi o música de cámara. Una de las cosas que más me llamo la atención es su enseñanza indirecta de la humildad, esto es ya una mención fuera de lo que es la parte académica musical.
Para mí es una figura no solo como mi maestro, sino que trasciende a algo más personal, como un padre».
En este último año se aprecia un giro en tu música. Desde Healing Buddha Music-New Age & Chill Out (2020) hasta singles como A Journey to the End of the Universe ou Invocation se ve al shakuhachi coqueteando con la música electrónica, ambient, chill out, new age... ¿Por qué esta combinación de tradición y modernidad, de música oriental y occidental?
Rodrigo: «Debido a la demanda de un contrato con Buddha’s Lounge, una empresa del Reino Unido, mis producciones se mueven entre estos géneros. Particularmente, siempre me han gustado estos estilos de música, los encuentro familiares.
La fusión de los sonidos étnicos y tradicionales con la electrónica, en este caso en el ámbito cinemático o ambiental, en muchas ocasiones es difícil llegar a todo el público solo con la música ancestral y tradicional de Asia; así, el uso de la electrónica, que es más afable en occidente, es una herramienta interesante».
Ahora, ya estrenada y de lleno en la nueva normalidad hasta nuevo aviso, ¿cómo estás afrontando la vuelta a los escenarios en un futuro próximo?
Rodrigo: «Lamentablemente, de momento está todo muy parado y con incertidumbre; muchos de mis conciertos que tenía en mi agenda fueron cancelados y, de momento, en Asia hasta pasado diciembre no se podrá programar nada. Tenía previsto actuar en Hong Kong, Indonesia, Japón y Singapur, pero pacientemente estoy esperando para que todo se normalice y pueda seguir con esta actividad.
También tengo que decir que esta nueva normalidad, junto con la cuarenta que vivimos, me ayudó a tener una temporada prolífica en la composición, enseñanza online en mi academia, y producciones musicales».
Si abriésemos tu cuenta de Spotify, ¿qué escucharíamos? 100 % Sinceridad – 0 % Vergüenza.
Rodrigo: «90% sinceridad y los demás en vergüenza... :)».