MOURA: «ADENTRARNOS EN TERRITORIOS HASTA AHORA DESCONOCIDOS PARA NOSOTROS RESULTA MOTIVADOR»

Su fusión de psicodelia y rock progresivo, inspirada en el enfrentamiento entre lo nuevo y lo viejo, reivindica la herencia druídica de la cultura gallega, que bebe directamente de las tradiciones paganas de los celtas y de la mitología precristiana. Moura, banda coruñesa compuesta por Diego Veiga (voz, guitarras, armónica), Hugo Santeiro (guitarras), Fernando Vilaboi (Hammond, sintetizadores), Pedro Alberte (bajo) y Luis Casanova (batería), compone evocando leyendas ancestrales, unas creaciones impecables que sitúan a este quinteto en un territorio rural e inhóspito, lejos de las grandes ciudades, de la civilización y su dominio tecnológico.
Y es ahí, en las cuatro piezas que recoge su primer trabajo discográfico, Moura (2020), donde escuchamos su apego a nuestra tierra en un entorno agreste, dominado por la naturaleza, con ecos contundentes de rock, psicodelia y folk alejados de referentes esotéricos, que se despliegan cual aquelarre eléctrico.
«Moura, del precelta marwo (muerto), del griego moira (destino), del celta mori (mar), mori-morwen (sirena), mahra (espíritu)»... ¿por qué Moura?
Diego Veiga: «La moura es uno de los seres mitológicos más famosos y representativos de Galicia y creo que refleja y condensa muy bien nuestra intención como banda de beber en las distintas fuentes de nuestra cultura, desde la espiritual hasta la musical».
Escuchamos elaborados desarrollos instrumentales herederos de la psicodelia o el rock progresivo de los 70, mezclados con folk gallego. ¿Tenéis algún grupo de referencia de esa época? ¿Cómo ha sido la evolución hasta definir ese sonido tan cuidado y característico?
Hugo Santeiro: «Mis grupos favoritos de los setenta son Pink Floyd, Soft Machine, Gong, Can, Yes y King Crimson; supongo que es muy difícil que nuestras guitarras no recuerden a esa época. Desde que entré a formar parte de Moura este sonido estaba más o menos definido».
Diego: «Todos compartimos devoción por bandas totémicas de los setenta como las que menciona Hugo, el rock experimental alemán de los setenta, el space-rock de Hawkwind, la kosmische musik de Tangerine Dream, Popol Vuh, etc.; son bandas que nos marcaron y que resultan tan inspiradoras cómo muchas otras de otros géneros que intentamos mezclar en este proyecto».
Reivindicáis la herencia druídica de la cultura gallega, tradiciones paganas celtas, ritos, mitologías precristianas.... ¿podríais contarnos algo más sobre este concepto base y la manera de trasladarlo a vuestras composiciones?
Hugo: «Es un constante trabajo de investigación muy atrayente para nosotros. En lo que se refiere a la música, intentamos llevar nuestras melodías más cerca de los ritmos y las escalas más utilizadas en el folk, como también nos gusta probar diferentes afinaciones alternativas que nos lleven por otros senderos».
Diego: «Aunque partimos de nuestro bagaje musical y gustos varios, adentrarnos en territorios hasta ahora desconocidos para nosotros resulta motivador. Es un proceso de búsqueda, aprendizaje e introspección que nos acerca a nuestras raíces y que intentamos expresar con el uso de distintos instrumentos y arreglos».
Temáticamente estáis a medio camino entre las atmósferas feéricas del autor galés Arthur Machen y el lirismo del poeta gallego Eduardo Pondal. ¿En quién, o dónde, busca Moura la inspiración a la hora de componer?
Diego: «Procuramos fundir nuestras influencias anglosajonas con nuestra tradición popular con lo que, en mi caso, hay un ejercicio de retrospectiva vital de mi infancia en el rural, las leyendas e historias que se contaban alrededor de la lareira, el día a día en el campo, y las relaciones sociales derivadas. También nos sumergimos en los libros de etnografía gallega, recogidas, supersticiones, etc.».
Debutáis con Moura (2020) en abril, un trabajo que despliega un aquelarre eléctrico a través de cuatro cortes que evocan leyendas ancestrales, envueltas por folk vibrante. Hablemos de cada uno de los temas: abrís con “Eira”, canción que ya habíais publicado hace un par de años, grabada en directo en Castelo Studio. ¿Cómo sentís la evolución entre la versión «original» y la 2.0? ¿Por qué abrir con ella?
Hugo: «Esa canción es bastante especial porque la finalizamos Diego y yo bajo el mismo techo, y realmente observamos el potencial de lo que estábamos haciendo juntos. La grabación en Castelo Studio nos sirvió por primera vez para escucharnos y saber hacia dónde nos encaminábamos. En la intro estamos todos cantando y golpeando aperos de labranza de la propia casa. Fueron unos días muy especiales como banda; una experiencia muy diferente a la del estudio, queríamos tener una grabación live como referencia de cómo sonaba la banda en directo».
Diego: «El hecho de tenerla grabada con anterioridad en directo nos ayudó a tener muy claro cómo producirla en el estudio y lograr un mejor resultado con nuestro productor Jose Gutiérrez, quien también está con nosotros en las sesiones de Castelo Studio. Creo que es un tema idóneo como apertura, ya que cumple la función de aquelarre iniciático al viaje que pretende ser el disco».
Segundo corte, “Da Interzona a Annexia”, esos dos lugares remiten a la novela de William S. Burroughs Naked Lunch. Aquí el ritual es más lisérgico que mágico ¿no?
Diego: «En este tema se mezclan los benditos delirios de Burroughs en Naked Lunch en el aspecto lírico con las cadencias frisias que nos remiten a las teorías del gran Davy Graham, que entroncaba las músicas orientales con las baladas irlandesas. Para la letra, usé la técnica de cut- up que popularizaron los dadaístas, o el propio Burroughs, y en el terreno musical es un viaje lisérgico que pretende mostrar lo cerca que están las culturas de distintas partes del mundo».
El corte más «corto» del disco pasa de los siete minutos, y el más largo es el tercero “El curioso caso de Mademoiselle X”, de aproximadamente unos trece minutos y medio. ¿Cómo es el proceso de elaborar temas así de largos, partís de una sección que vais desarrollando, de varias que luego se conectan? Y el tema más psicodélico del disco ¿verdad?
Hugo: «Normalmente partimos de una idea o varias para luego desarrollarlas a lo largo de extensas improvisaciones. Los temas dan muchas vueltas siempre… las primeras demos poco tienen que ver con el resultado final».
“Ronda das Mafarricas” es el único tema no original, con letra del pintor portugués António Quadros y música original de José ‘Zeca’ Afonso, arreglada por vosotros. ¿Qué se esconde detrás de la elección de esta pieza en particular?
Diego: «Este tema supuso nuestro particular eureka en cuanto que nos hizo ver las posibilidades de mezclar tradición y sonidos galaico-portugueses con la psicodelia y el progresivo usando nuestra lengua. La conocí a través de un colega que nos propuso adaptarla a nuestro terreno para otro proyecto y fue como ver la luz».
Para Moura contasteis con artistas como Belém Tajes (Vudú, Xosé Lois Romero e Aliboria…), Pablo Reboiras, Brais Maceiras y Pedro Villarino, entre otros. ¿Cómo surgieron estas colaboraciones? ¿Qué buscabais con esa llamada Irmandade Ártabra?
Diego: «Mi bar, Ummagumma, está al lado de la Cova Céltica, templo del folk tradicional en A Coruña, y de esa amistad entre compañeros hosteleros y músicos brota la Irmandade Ártabra; fue Pedro Villarino quien propuso a distintos músicos asiduos de la Cueva la posibilidad de participar en nuestro disco».
Hugo: «Desde luego enriquecer el disco y acercarlo lo más posible a la idea que teníamos en la cabeza de lo que queríamos para la primera grabación de Moura. Más que colaboraciones, fue realmente la creación de una hermandad».
Parte de esas colabos aportan instrumentos más trad, como las tarreñas, el pandero, la pandereta o la zanfoña.¿De qué manera encajáis esas sonoridades con guitarras, sintes, bajo, Hammond o batería?
Hugo: «Pues para ser nuestro primer acercamiento a instrumentos tradicionales… improvisamos bastante en el estudio. En las siguientes grabaciones parece que van a tener más protagonismo, porque ya hemos ensayado más con la Irmandade, y dado los pocos conciertos que pudimos por toda esta situación en la que estamos.
Diego: «Tanto en el disco como en los arreglos que ahora incorporamos en los directos resulta muy fácil entenderse con los músicos amigos con los que contamos. Hay mucho intercambio de ideas para los polirritmos, armonías, etc.».
La portada del álbum está diseñada sobre una fotografía de Leo López, dos grandes bloques de piedra y, en primer plano, una pandereta, con tres castañas en medio de una estrella hecha de ramas, sobre una cama de tojos y rodeada por todavía más frutos. ¿Qué hay detrás de estos símbolos?
Diego: «La foto fue sacada en Penas de Rodas en Outeiro de Rei, un lugar mágico de posible culto pagano que formaba parte del bosque sagrado de Lugh. En la portada se muestra ese emplazamiento rodeado de leyendas y misterio con elementos mágicos gallegos como las castañas, que se usaban como amuletos, los tojos y las flores de tojo —la flor gallega por antonomasia—, un pentagrama invertido y la pandereta como icono singular de nuestra tradición».
Vuestra imagen personal, como grupo, es una interesante mezcla entre, pongamos, The Lumineers y Mumford & Sons, pero con hoces, azadas o rastrillos. ¿Qué papel juega el vestuario en vuestro concepto artístico?
Diego: «Aunque no conozco muy bien las bandas que citas, creemos que en toda ceremonia o ritual es preciso tener cierta coherencia estilística cuidando todos los aspectos, y el vestuario es uno de ellos».
La próxima semana os subiréis al escenario online de la Monkey Week que, como vosotros mismos decíais, sigue adelante «a pesar de los tiempos difíciles»; un festival del que también formasteis parte la pasada edición. ¿Cómo creéis que será la acogida de este nuevo formato de música «en directo»?
Hugo: «Esperemos que muy buena; creo que la gente tiene muchas ganas de ver música. Yo por lo menos estoy muy pendiente de todo lo que sale en las redes. No podemos parar de crear; claro está que no es el mismo, es más frío y distante, pero ahora mismo tenemos que aferrarnos para no desaparecer en esta incertidumbre constante».
Diego: «Pienso como Hugo, que todos echamos mucho en falta a experiencia de la música en directo y poco a poco tendremos que acostumbrarnos a este nuevo formato y seguir disfrutando y apoyando a las bandas que nos hacen vibrar con su música, y hacen más soportable toda esta situación».
Al hilo, ¿cómo veis la vuelta a los escenarios, —a los de madera, sin pantalla de por medio—, en un futuro próximo? ¿Qué podremos esperar de un directo de Moura?
Diego: «Visto lo visto, la cosa parece complicada de momento. Tuvimos la suerte de poder hacer algún concierto con medidas y protocolo y, aunque la sensación era extraña, agradecemos mucho poder volver a los escenarios e invocar el trance comunal a lo que aspiran nuestros directos».
Hugo: «Desde luego va a haber una energía muy especial, los conciertos de Moura necesitan la simbiosis ritual del público. Esperamos que el año que viene todo vuelva un poco a la «normalidad» y podamos disfrutar del cariño del público una vez más».
En mayo lanzabais “Quen poidera namorala” (versión confinamiento), como parece que vamos camino de otro (general o quirúrgico), ¿qué pieza escogeríais como banda sonora de las cuarentenas druídicas que están por venir?
Hugo: «¡Cualquiera de Møster!».
Diego: «“Sacro Bosco” de Anna von Hausswolff».
En la actualidad, ¿qué artista o grupo gallego nos recomendaríais? ¿Algún favorito que deberíamos conocer?
Diego: «Xosé Lois Romero e Aliboria».
Hugo: «Peña».
Se abriésemos vuestras cuentas de Spotify, ¿qué escucharíamos? 100 % Sinceridad – 0 % Vergüenza.
Hugo: «No tengo cuenta de Spotify, pero ahora mismo en mi tocadiscos suena mucho “Titanic Rising” de Weyes Blood, la banda sonora de Mandy (Panos Cosmatos, 2018) del fallecido Johan Johansson y el “Ruins” de Wolf People».
Diego: «Yo tampoco son muy amigo de Spotify, pero lo uso esporádicamente para escuchar alguna playlist en la que nos incluyen y descubrir nuevas bandas —¡incluso hicimos una nosotros para nuestro perfil de Spotify!—. En casa suenan últimamente “In A Silent Way” de Miles Davis, “All Thoughts Fly” de Anna von Hauswolff y “The Livelong Day” de Lankum».