MÅI: «ES MÚSICA QUE ARRAIGA EN RITMOS Y SONORIDADES TRADICIONALES, PORQUE SIN RAÍCES NO SE CRECE ALTO»

Iseo Agilda es «bastante poliédrica» y, como resultado de explorar cada una de esas caras que la conforman, la escuchamos en Sacha na Horta como Iseo, en Blues do País como Bieitta James y, ahora, también como Måi. Su más reciente alter ego se presenta con un registro diferente y sorprendente a partes iguales; una fusión electrónica-pop nórdica estructurada, musicalmente, en tres pilares: voz, percusión tradicional y violoncello. ¿Conceptualmente? Un ritual. Un canto a la vida, al hilo que la teje. Y al amor. Y a la naturaleza.
Måi se materializaba en Nigredo (2023) a finales del pasado mes de febrero. Compuesto por ocho temas de sonido minimalista y producción cuidada, el disco descubre su universo personal a través de una propuesta urbana y ecléctica, creada junto al productor Tomás Ageitos y la violonchelista viguesa Margarida Mariño.
Foto © Judith Adataberna
En mayo de 2022 surge Måi, aunque, según sabemos, tú la invocaste varios años antes. ¿Cómo nació, y creció, la idea de este proyecto hasta hacerla realidad?
Måi: «Yo llevaba un tiempo escribiendo esas canciones con la necesidad de buscar un espacio en el que cantar y expresar desde otra sensibilidad que, hasta ahora, nunca había salido del ámbito más íntimo. Quería compartir esto porque para mí es música medicina; me ayuda a entrar en una calma donde transformar lo que duele para comprenderlo, hacerlo mío y que me haga más fuerte y más libre. Me apetecía compartir lo que siento, que es de lo mejor que tengo.
Me costó dar con las personas que pudieran ayudarme con los arreglos, no fue fácil encontrar el sonido en el que esto quería salir a la luz. Sabía que llevaba percusión tradicional, voz y violoncello. Hasta que golpeé la puerta de Tomás Ageitos y resultó que él estaba trabajando ya en esa dirección, y la sintonía fue absoluta. Margarida Mariño era exactamente lo que necesitaba, y también ella lleva tiempo tejiendo en las cuerdas con la electrónica con una sensibilidad muy especial. Ya todo estaba ahí».
¿Por qué «Måi» y, más concretamente, por qué la elección de la «å», letra propia de los idiomas escandinavos?
Måi: «Pues llegó un momento en el que entendí que ninguna palabra del diccionario, como tal, iba a encajar con este proyecto, así que fui buscando letra a letra, sonido a sonido, hasta que llegué a Måi.
La ‘m’ por tierno, acoge, ondula, como las ondas de agua y de sonido, como la luz, como las montañas... La ‘a’ por abierto; es la apertura hacia la cueva, dejándonos completamente vulnerables y expuestas. El anillo encima de la ‘a’ para mí fue como una consagración, como poner esa puerta al servicio de algo elemental y más grande, algo poderoso. Puede ser la Tierra, el todo, la vida, la Diosa... cada cual lo representa a su imagen y semejanza. El círculo es el elemento de identidad de Måi, por el ciclo, el proceso, la falta de jerarquía entre los elementos que conforman el todo. Y la ‘i’ es la humildad, es el brote que germina, algo que reverdece el mundo desde lo más pequeño. La evocación de la madre aquí, de la “mai” en tantos lugares de Galicia, pensé que le sentaba bien, porque había algo de eso también. Un espíritu maternal universal».
Måi no tiene ni un año, pero a Iseo Agilda la llevamos escuchando desde hace bastantes más en Sacha na Horta y Blues do País, dos proyectos de un registro bastante alejado al de Måi. ¿De qué manera conviven Måi, Iseo y Bieitta James? ¿Se nutren unas de las otras?
Måi: «Sí, se nutren todas de lo mismo, claro. Soy bastante poliédrica, como la mayoría de la gente. Poder explorar hasta el fondo de una de esas caras y ver qué hay en ella y con qué cosas conecta es un trabajo catártico. Pero en el fondo todas arraigan en un mismo centro.
Ellas me ayudan a conocerme y expresarme de una manera más coherente, más consciente. Nunca se sabe lo que puedes encontrar dentro cuando una diva rural se pone a incendiarlo todo, o la fuerza del amor colectivo que desborda cuando te pones la bata desbrozadora. Son aspectos de la misma Iseo enamorada de la vida y del amor».
Como comentábamos, Måi sorprende por su sonido, de un género más próximo a la fusión electrónica-pop nórdica que al del aghroglamour bluseiro al que nos tenías acostumbrados. ¿Qué te llevó a explorar estas nuevas sonoridades? Lo llamas «boregal», pero ¿cómo describirías ti la música de Måi?
Måi: «A mí me resulta muy complicado establecer categorías, en general. Pienso que es música que arraiga en ritmos y sonoridades tradicionales, porque sin raíces no se crece alto, pero que no tiene ningún tipo de compromiso formal con ningún estilo; solo toma lo que se ajusta para expresarse de una manera orgánica y poder abordar emociones y evocaciones un poco a caballo entre varias dimensiones. La electrónica permite desenfocar esas fronteras y hacerlas —aquí lo paradójico— más naturales. Es pop porque intentamos que todos los elementos lleguen a una sala común, en la que todas podamos encontrarnos».
Si alguien piensa en pop electrónico escandinavo probablemente pensaría en Björk. ¿Fue una referencia al dar forma al sonido de Måi? ¿Hay otros?
Måi: «Desde luego Björk es un portal para mí, siempre lo fue y no deja de serlo. No quise emularla, no podría ni se trata de eso. Tampoco la mencionamos conscientemente como referencia hasta que comenzaron a llegar las comparaciones con ella, pero ella abrió un camino de libertad creativa muy potente; un compromiso con la emoción, con la tensión propia de cada canción. Cómo producirla es la destreza de la artesana que toma distintas herramientas y se pone a trabajar en ella.
Yo me identifico en muchas de esas tensiones emocionales que el pop nórdico trae, con Sigur Rós y Jonsi o Aurora Aksnes y el no tan pop como Eivør Pálsdóttir, Hedningarna, o no tan nórdico como Jocelyn Pook, Lisa Hannigan, Billie Eilish, Bonobo, Bon Iver, Radiohead. Ni tan frío como Lidio Pimienta, Lhasa de Silla, Perotá Chingó, ni tan alejado como Mercedes Peón, MounQup, LaMontagne & PicoAmperio, Baiuca, Xosé Lois & Aliboria...».
Foto © Judith Adataberna
Con todo, también encontramos algunas diferencias respecto a la idea que tenemos en cabeza de esas músicas: En Måi el tono parece más esperanzado (a veces incluso optimista) y el sonido algo menos electrónico, má orgánico. ¿Cómo lo ves tú?
Måi: «En este primero disco el tono es cierto que no se reconoce abiertamente optimista en un primer momento. Pienso que el mensaje es absolutamente optimista; en general, nunca va a ser una oscuridad tan incómoda como la de algunos de los proyectos mencionados arriba porque nace de otro lugar. No hay ansiedad ni desesperación aquí. Todo viene de una calma conquistada, de una comprensión y aceptación total de lo que viene. En el nigredo vamos hacia la oscuridad solo para volvernos luz».
Sobre una base de pop, electrónica y folk, incluyes —al mismo nivel— sonidos de la música tradicional gallega, una práctica muy en alza en los últimos años (Baiuca, Tanxugueiras, etc.). ¿Cuál es tu opinión sobre esta renovación, o modernización, de nuestra música?
Måi: «Lo que está pasando en la música gallega es un big-bang creativo. Siempre fuimos pueblo de artistas y disfrutamos de una tradición y una cultura muy rica. La generación anterior con Fuxan os Ventos, y tantas otras, abrieron el camino a la valoración de esa riqueza, la pusieron en algo asible y cotidiano, pop, para que todas tuviésemos dónde agarrarnos.
Mi generación ya creció con eso de serie y también con el uso cotidiano de la tecnología, el sinte junto al puntero. Todo está ya al mismo nivel. Es tan culto el alalá como el reguetón, el pandero como las bases. Hay nuevos materiales para construir nuevas herramientas y la gente nueva tiene muchas habilidades en eso. Lo que nace de ahí es este big-bang cultural. Ya todo estaba ahí contenido en nuestra cultura, en nuestra antropología, en la relación con la tierra.
Ahora es de muchas maneras diversas y llega mucho más lejos; es maravilloso poder vivirlo en directo. Pero, en síntesis, esta renovación me parece lo más natural y lo más deseable para nuestra música, porque es síntoma de que está viva».
En febrero, Måi se materializaba en Nigredo (2023), tu primer disco. Hay un nombre fuertemente asociado a su «nacimiento», el de Tomás Ageitos, encargado de la producción, los arreglos... y que aparece en los créditos también como coautor. ¿Qué papel jugó Ageitos a la hora de dar vida a Nigredo?
Måi: «Pues fue absolutamente esencial. Buscó incansable cómo debía ser el sonido para este disco y, realmente, pienso que lo encontró muy rápido. Al comienzo yo le pasé las canciones que yo había hecho y él hizo los arreglos, grabó instrumentos, mezcló... Pero en seguida vimos mucha afinidad con otras cosas que él estaba haciendo y me pasó esas bases para syo jugar con ellas; así nacieron otros temas como “Cando volvan as baleas” o “+”. También hubo algún encargo. Le pedí algo especial para “Big Bang”, un tema disco orgásmico que no para de subir hasta la explosión final, y ahí lo tenéis. Fue una cocreación en toda regla. Él es el padre de Måi».
Después hablaremos de alquimia, pero Tomás Ageitos tiene algo de alquimista del sonido, con esa labor casi obsesiva de experimentación para hacer que los instrumentos «suenen como tienen que sonar». Grabar con él debió ser toda una experiencia, ¿no? ¿Cómo la describirías?
Måi: «Es un alquimista del sonido. Absolutamente. Se entrega con absoluta devoción a él y sin ninguna religión, dejando que cada sonido se exprese de la manera más pura y significativa en el conjunto. Es increíble verlo trabajar, y muy divertido.
Ya había grabado con él con Blues do País y la verdad es que la experiencia siempre fue inmejorable. No dejo de aprender. Es muy didáctico, además, y eso en los productores y en los mecánicos es un don absolutamente necesario para el planeta. Pero no deja de arrimar la oreja a lo que yo tengo que decir, ni un minuto. Todo el tiempo busca que me vibre lindo y que esté representando esa tensión emocional de la canción de la que antes hablábamos. Grabar con Tomás es un viaje iniciático».
Uno de los pilares del armazón instrumental del disco es la percusión, con un característico (y singular) empleo de elementos de la música tradicional (“Serpe de son”), a veces combinados con otros ajenos a ella, provenientes del pop (“Big Bang”) o incluso... ¿¡del reguetón!? (“+”). ¿De dónde surge esa idea de darle esa vuelta a la percusión tradicional y combinarla de esa manera, que también tiene algo de alquímico?
Måi: «Pues una vez más el acuerdo aquí fue cosa de magia. Yo probaba en mi casa con panderetas y panderos a hacer cosas así, muy libres, para que prestaran el arraigo sin constreñir la libertad. Después de una breve conversación sobre las referencias y lo que quería para el proyecto, Tomás se puso a hacer locuras con la pandereta, sacando ritmos de diferentes tradiciones y estilos, mezclándolos para que hablaran el mismo código que la canción. De nuevo el lema es “sin religión”, y acabó por ser algo absolutamente identitario. En “Serpe de son” la pandereta silba y en “+” son ferreñas tropicales, si arrimas la mano, calientan».
Otro pilar que sostiene el armazón instrumental es el violonchelo de Margarida Mariño con su asombrosa versatilidad habitual. ¿Cómo llegó al equipo y cuál dirías que fue su aportación?
Måi: «Tomás ya lleva años trabajando con Margarida, y cuando le enseñé los temas y comenté la idea del cello y la electrónica no hubo más que hablar. Para mi suerte y asombro ella quiso meterse en el proyecto y fue, una por una, mandando líneas de cello para cada tema, que Tomás tejió montando y mezclando de maneras distintas.
Entre ellos se entienden genial y yo no daba crédito de que, lo que en mi cabeza estaba como un ideal, se veía superado con creces cuando escuchaba el que Margarida traía. El cello era absolutamente esencial. Yo sentía que la atmósfera emocional de la canción venía básicamente de las cuerdas. Y la sensibilidad de Margarida conectó cien por cien con la música, la hizo grande y creó un espacio en el que la voz llega con más sentido. Y tenerla en la banda ya es un delirio de disfrute».
Y luego está la voz. Hay mucho juego con las voces en los arreglos. ¿Cómo las trabajasteis?
Måi: «Siempre escribí estas canciones pensando en varias voces. En las primeras versiones había incluso muchas más luego hay un proceso de destilado y quedan las más importantes con un afán minimalista. En general van saliendo según lo pide el tema ya de inicio. Tomás fue pidiendo o eliminando alguna concreta en el estudio; a lo largo del proceso de creación y grabación se fue definiendo el estilo de la voz para este disco y qué tipo de arreglos pedía. Nada histriónico, suave, calmo, ligero, a veces algo denso. El tratamiento de la voz que dio al disco Tomás es espectacular. Era justo lo que quería, suave y cercano, bien limpio».
Dices que «hay algo de proceso ritual en estos temas»... ¿Es así como tomaste el proceso creativo de este largo, como un rito?
Måi: «Sí, ciertamente. Estas canciones nacen de un estado de calma, de aceptación, de conexión profunda con todo lo vivo, de amor universal. Aquí no hay juicio, ni queja, ni ansia, ni deseo. Conecto con esa Måi, que es un ser más viejo que nosotros, que está desde el inicio y que nos acompaña en nuestro viaje por la Terra; nos acoge y, si la escuchamos, nos da guía y sosiego. Siento que esta conexión es muy necesaria para todas nosotras en estos tiempos, que van tan rápido, que transforman tanto. Nos falta enraizar con este sentido sagrado de la vida; a veces lo conseguimos durante un rato y nos llena de felicidad, nos sentimos plenas y agradecidas. Mantenerlo es un arte, un oficio, que lleva toda la vida aprender.
Yo escribo y canto desde esa conexión e invito a entrar en ella a quién le inspire. Soy muy consciente de que hay gente que conecta con el sonido del motor de un coche o con música techno. También es perfecto así. Yo lo hago desde aquí y por eso me gusta compartirlo».
Foto © Judith Adataberna
Además del estilo, las letras de Nigredo parecen más profundas, personales... ¿filosóficas? que las de Sacha o Blues. ¿Qué, o quién, las inspiró?
Måi: «Las letras de este disco surgen de ese estado que antes describía, por lo que son bien distintas de la ironía de la Diva Rural o de la rebeldía sorora de la brozadora, sí.
Aquí a veces canto como en una invocación, tratando de llevarnos a un lugar y tiempo distintos, como si viésemos un documental sobre la vida en el planeta. Observamos nacimientos y muertes entretejidos en un organismo mayor que tiene su propio tiempo, su propia vida. Y, desde esa perspectiva macro, luego nos sumergimos en lo micro para encontrar que, en esencia, es lo mismo. Viajar al big-bang, al inicio de una vida animal, al brotar de una semilla, al nacimiento de un amor, al viaje de nuestra especie... Es todo lo mismo. Y saberlo, comprenderlo, ayuda a llevar lo particular con otra calma, otra consciencia, porque absolutamente todo es inmenso y valioso en esta trama. Tenemos sentido y no estamos solas. Estas letras quieren acercarnos durante un rato la esta perspectiva».
“Son verdor” era lo primero que escuchábamos de Nigredo, una canción acompañada de un clip con un plano fijo con la naturaleza como protagonista, pero en el que también vislumbrábamos el hilo que la conecta con la música. El bosque, el mar, las raíces... en las letras, en los vídeos o en tu propia imagen, la naturaleza parece tener una gran infuencia en este proyecto. ¿Es verdad? ¿De qué manera?
Måi: «Somos naturaleza, todo es naturaleza, no hay nada fuera de ella. Querer contraponernos a ella o a aquello que nosotros diseñamos y producimos nos despistan del lugar que ocupamos en el mundo. La reconexión con el pulso vital de eso que llamamos naturaleza es la reconexión con nosotras mismas. Cuando cruzamos esa información con lo que hacemos, lo que producimos, lo que extraemos, lo que decidimos, etc., entonces es cuando vivimos acompasadas, plenas, sanas.
En estos tiempos perdemos el compás; la buena noticia es que solo hay que salir a la ventana para volver a amarrar la referencia. Por eso en todo lo que hago está tan presente la naturaleza, no idealizada, no la imagen bucólica de los anuncios de turismo, sino la de verdad, con plásticos, muerte, dolor, luz, oscuridad, descomposición, nacimiento, amor... Todo es parte».
Escuchamos a Pura Mesura (Yolanda Pose) en el rap de “Cando volvan as baleas”, mientras que en “Inshallah”, hacemos lo propio con el oud y el bouzouki de Fernando Barroso. ¿Cómo surgieron estas colaboraciones y qué buscabas con ellas?
Måi: «Inicialmente no buscamos nada con ellas. La colaboración de Yoli fue algo muy natural porque es una amiga muy especial, una hermana, un trozo de mí; así que igual que en el resto de momentos trascendentales de la vida también en este me acompañó. Todo así tenía más sentido y se disfrutó más (todavía). Ella sacó su primer tema un año antes, pero llevamos cantando y creando juntas mucho más. Me encanta la fuerza del mar que trae con su voz. Tiene la bravura de Malpica y la golosina tropical, una gozadera.
En el caso de Fernando Barroso fue distinto. Tomás, que ya había trabajado con él en muchas ocasiones, lo grabó sobre una estructura y una armonía concreta y con esas pistas fue tejiendo el tema. Sobre él yo metí la letra y la sensación fue que hicimos más grande el mundo de Nigredo. Es el último tema, no todo es oscuridad. Es como entrar en una cueva y salir en la Alhambra, en el templo hay mucha luz y mucha diversidad. Fue un lujo contar con él. Es una delicia escucharlo».
Fotograma de "Cando volvan as baleas"
En “Cando volvan as baleas” hablas de volver a la costa y cantar para cuando vuelvan las ballenas, de esos sueños que se pierden durante la madurez... El videoclip que lo acompaña está lleno de simbolismo: las ballenas, el color rojo, los cunchaculares... ¿Qué significado esconden?
Måi: «Las letras que escribo son muy abiertas, más evocadoras que descriptivas y para cada uno pueden significar cosas distintas. Yo escribí esta pensando en un camino de ida y vuelta hacia esa “Naturaleza” de la que hablábamos, hacia lo salvaje, a la pura vida. Nos distanciamos por explorar, por sobrevivir, por buscar nuevos caminos para habitar este planeta y conocernos a nosotros mismas y nuestras potencialidades... Ahora comenzamos a sentir que fuimos demasiado lejos de casa y hay una conciencia general de que hay que ir regresando. De eso va.
El cuanto a las ballenas es una señal, un aviso, como llamándonos. Nosotros vamos hacia el mar, hacia nuestro comienzo y, desde ahí, nos responden que nos están esperando. Es un reencuentro con la naturaleza. Fuimos animales acuáticos que echamos a andar y llegamos a la luna y ahora volvemos al mar para volvernos ballenas.
Pero es cierto que el guion de Roberto C. Mouriño para el vídeo, realizado por David Hernández, contó eso mismo desde lo micro, desde la historia personal de una niña que deja la seguridad del hogar, los símbolos de protección y dependencia para echarse a su propio camino. La ballena es aquí el tótem, que la une a su madre. El rojo es la sangre, los lazos emocionales, el vínculo, pero también la menstruación; la pérdida de la inocencia para encontrarse consigo misma camino a la madurez. Los cunchaculares son un reducto de hogar, ponerlos y escuchar el mar, sentirse conectada a ese pulso de la vida. Pero la ballena está llamándola para que emprenda su propio camino hacia ella, hacia la vida, hacia su verdad. Y en el mar se encuentra con su madre, reencuentro también, saber partir y dejar ir es parte esencial del amor, que siempre hace más grande. Es una historia de apego e independencia para llegar a una forma más madura de amar. Hay mucho simbolismo, mucha poética en la imagen.
Me encantó como Roberto tradujo en algo tan concreto y fácil de empatizar como esa relación entre madre e hija aquel significado tan abstracto y amplio que para mí tenía la canción».
Somos conscientes de la cantidad de trabajo que hubo detrás del videoclip, en el que se cuida cada detalle, en particular en lo tocante a los elementos de la puesta en escena. ¿Cómo recuerdas el proceso de preproducción y su grabación? La niña que aparece no es otra que tu hija, ¿cómo fue compartir esta experiencia junto a ella?
Måi: «La preproducción fue muy intensa porque todo estaba saliendo al mismo tiempo. Estábamos haciendo la música mientras íbamos grabando, definiendo la identidad y el concepto de Måi, en cuanto a la imagen y a la comunicación. Fuimos descubriendo a Måi sobre la marcha, acercándonos desde distintas perspectivas. Y aquí, sin tener esto aun completamente definido, sabíamos que teníamos que romper con una narrativa demasiado lineal y cotidiana; de ahí todo ese simbolismo e intervención de los espacios con esos elementos.
Mi hermana, Danae Gómez Lois, es diseñadora de estrategias e identidades de marca y está detrás de toda la estrategia creativa que estamos haciendo. Poca gente me entiende tan bien como ella y tiene un talento y una formación tremenda para, literalmente, hacer realidad los sueños. Así que entre David, Roberto, Danae y yo, fundamentalmente, fuimos dándole forma al vídeo. Fue precioso el trabajo en equipo, aunque con poco tiempo y encuentros virtuales. Pocas veces he sentido tan fácil trabajar con otra gente, que además no se conocía, y con tanta profesionalidad. Aprendí muchísimo.
Y claro, trabajar con Gaia, mi hija, fue una fantasía para las dos. Y tanto los dos directores como Alex Penabade, que estuvo rodando y luego montando, fueron esenciales para que ella se sintiera a gusto y saliera algo tan lindo. Una experiencia realmente hermosa».
Tu nuevo sencillo es “Altair”, una obra de la que decías es muy personal y especial para ti. ¿Por qué?
Måi: «“Altair” salió como un río subterráneo que brota de pronto, a modo de catarsis, y comencé a cantar sobre mi relación con mi madre, que había muerto unos años antes. Y claro, en las relaciones con las madres nos construimos; así que, al tiempo que comprendía sobre la relación, comprendía sobre mí. Y me trajo mucha paz y una sensación de haber cerrado el duelo.
Ella tenía una relación muy especial con las águilas, y uno de los recuerdos más bonitos de mi vida es ver las estrellas con ella, y que me enseñara las constelaciones y los nombres de las estrellas. Por eso su amor distante se convirtió en una conversación con una estrella, con Altair, de la constelación del águila. La gente muere, pero su amor sigue alumbrándonos. Yo así lo siento».
Fotograma de "Altair". Foto © Judith Adataberna
En su videoclip cambias las ballenas por palomas, y el agua y el mar por fuego y monte. ¿Qué nos puedes contar de él y del simbolismo que esconde?
Måi: «En este caso Judith Adataberna escribió y dirigió el vídeo. Ella tuvo la visión de las palomas mensajeras como el elemento mediador para hacerle llegar un mensaje a alguien que está ya en otro lugar. La simbología de la paloma es muy rica también. Es un pájaro, así que lleva los mensajes de una manera trascendente, por encima del mundo terrenal en el que nosotros nos movemos. La paloma trae paz, porque sirvieron para llevar mensajes en las guerras, que evitaron más masacres y que ayudaron a pactar las treguas y forjar la paz. Pero también la paz personal, gracias a los mensajes de los seres queridos que por fin llegaban dando nuevas.
Lo que llevo en cabeza en las escenas nocturnas son también plumas negras, pues represento la paloma que corre-vuela buscando a Altair para llevar el mensaje. Altair, esa mujer mayor a la que escribo y extraño, me va guiando en el camino con su luz, con unas flores luminosas, hasta llegar a un árbol en el que me quedo dormida bajo su luz encendida. Judith llevó de este modo la atmósfera de la canción de una manera mágicamente exacta a la pantalla».
Descubrimos que «nigredo» es un concepto alquímico, la fase previa a la albedo y a la rubedo en la transmutación de la materia. ¿Podemos, pues, tomar este disco como el primero de una trilogía? ¿Por qué esa referencia a la alquimia?
Måi: «¡No se os escapa nada, así no hay quien sorprenda! Sí, la alquimia siempre me tuvo fascinada por esa doble faena en lo matérico y en lo espiritual para alcanzar la sublimación del ser. Pasar de la materia más burda, del mineral que consideraban más común como el plomo al más excelso y puro, el oro, supone un recorrido paralelo en la sublimación del alma humana. La nigredo es, efectivamente, esa primera fase, que consiste en la descomposición, en el ennegrecimiento, literalmente. Se trata de fundirse en una materia prima, donde todo se homogeniza, se torna oscuro, se descomponen para transmutarse luego, en esa segunda fase que es la albedo, el blanqueado, en la esencia pura de cada elemento, que aflora en toda su identidad. La tercera fase, la rubedo o enrojecimiento, consiste en pasar esa esencia individual por el fuego purificador y ya, por fin, acceder a la sublimación de la materia y devenir oro, y del alma, devenir espíritu puro, esa parte divina que está en cada alma, en cada persona. La nigredo, entonces, es el primer momento sin el que sería imposible el proceso siguiente, parte de la humildad, de la renuncia, de la entrega de todo lo que se es y lo que se tiene para comprometerse en el camino de la verdad. Implica dejar el ego atrás, los apegos, los miedos, las posesiones y trascenderlas. Es la entrada en la cueva, en lo oscuro, fondo y desconocido. No sabes que va a haber dentro y entras igual. Comenzó el proceso. Dentro solo hay oscuridad, te fundes en ella y entonces te encuentras a ti misma perteneciendo a algo inmenso. Ya no sabes dónde finalizas tú y donde comienza el otro. Eres parte del todo. Eso te hace sentir plena, nunca más sola, nunca más sin sentido. Eres parte de ese inmenso y desde ahí, ya libre de todo lo demás, vas ascendiendo, entendiendo qué es lo que te hace única y entiendes el valor de ser eso en el conjunto. Pero eso es ya la albedo y sí, si tengo oportunidad, me encantaría cantároslo más adelante.
La nigredo a nivel material es el momento global que estamos viviendo. Esa naturaleza contaminada, los ecosistemas colapsando, la bulimia de los países ricos, la desnutrición de los empobrecidos, los mares de plástico, la lluvia ácida, Chernóbil, el desprecio del cuerpo y la religión de los datos… Estamos viviendo una nigredo. Y eso está bien. Adentrémonos en ella, descompongámonos de una vez por todas para trascendernos en un nuevo mundo tan limpio y lleno de luz en el que todas podamos ser nosotras sin miedo ni ansiedad. Cuantas más entremos en la nigredo, más encontraremos nuestra luz, comenzaremos a irradiarla sin descanso y transformaremos este sistema. Dime si no soy optimista...».
En estos conciertos presentación, el público tiene la oportunidad de comprar el disco físico, del que dices que tiene un formato muy especial con diseño de Enric Pérez Vercher sobre una idea tuya y de Danae Gómez Lois. Hasta que podamos hacernos con uno de ellos... ¿cómo viene envuelto físicamente?
Måi: «Tener a Danae y Enric en el equipo es un no parar de asombrarme con la forma que esto está cogiendo. Yo quería un empaquetado lo más sostenible posible, dar la opción de comprar el arte gráfico y la música a quien la quiera con CD, y a quien no lo use ya, sin él. Comenzamos a darle vueltas a la posibilidad de un desplegable que acogiese el libreto, código QR y el CD. Y Danae dio con este diseño, que es en sí mismo una experiencia. Con el arte gráfico de Enric P. quedó algo muy especial, mágico. Solo puedo describirlo como una pieza del tamaño de los EPs de vinilo hecho de papel craft y con un doblado, a modo de origami alquímico, que se abre dando acceso en el interior a imágenes, textos, el libreto y el CD. ¡Hay que vivirlo para entenderlo!».
En directo, estás rodeada de Icía Sanmartín (coros, pandereta), Migui Carballido (percusión) y Cris Asenjo (teclado). Además de sus instrumentos, ¿qué aportan a Måi sobre las tablas?
Måi: «Antes de nada debo anunciar que tuvimos un cambio de última hora en la formación y en el lugar de Cris Asenjo tendremos en el teclado a Víctor Álvarez. Lo que aportan es calidez, humanidad. Creo que a casi todo el mundo que escucha el disco le sorprende saber que vamos a tocar todo de manera orgánica, sin secuencias en directo. Tocar esas panderetas, esos palos, como loops electrónicos, como bases secuenciadas y tratadas a la manera de las percusiones de los ritmos urbanos, en vivo por personas humanas, aportando su presencia, su estilo, su vibra, es algo muy impresionante. Se genera una atmósfera muy peculiar. Margarida Mariño con el violonchelo es algo mágico en sí misma. Es pasar el arco sobre las cuerdas y notar un flujo eléctrico en la columna. Y esto va justamente de eso, de conectar, de crear algo más grande que nosotras mismas y sentirnos parte. Eso se siente en las bandas de una manera muy intensa».
Foto © Judith Adataberna
La estética de Måi nos vuelve a conectar con los países escandinavos, pareciendo una Björk gallega con una fuerte unión con la tierra. ¿Qué pretendes representar con esta imagen y de qué manera se relaciona con tu música?
Måi: «Primero, igual que con la música, más que tomar referencias de fuera para contar lo que tengo que contar, tomé de una manera más inconsciente que consciente aquellos elementos que fueron conformando mi gusto y mi sensibilidad estética a lo largo de estos años, como quien se pone a inventar un guiso con los ingredientes que tiene a mano y más le gustan. En nada de este proyecto estoy sola, y en la imagen, desde luego, está Danae, está Enric y está Judith, para ayudarme a traducir todo este mundo que yo tenía en forma de ideas, de emociones y de música a una estética concreta. Para mí es importante generar esa sensación de distanciamiento de lo cotidiano. No es una imagen casual, natural y cotidiana. Porque el ser que estamos evocando e invocando es algo trascendente, es muy complejo, tiene muchos elementos y puede representarse de muchas formas dependiendo del momento y del contexto. Tiene que tener relación con lo natural, con la tierra, claramente. Pero abarca también muchos otros elementos, como la tecnología, la basura o el vacío porque todo eso es la vida siendo vista en diferentes momentos del proceso. Por eso seguro que me veréis con estéticas muy diversas e impactantes para mostraros distintos aspectos de Måi, igual que con la música. Hasta ahora mostramos la nigredo, la latencia de la semilla, lo oscuro, la cueva, el cuervo, la descomposición y la mixtura. Pero hay mucho más que ir conociendo de ella».
Profesora de Filosofía, cuentacuentos, miembro de tres proyectos musicales y también alguno medioambiental... ¿cuál es el secreto para compaginarlo todo (y no morir en el intento)?
Måi: «Suma tener dos criaturas a eso, que es mi dedicación principal desde hace diez años. La única manera de hacer lo que quiero y hacerlo poniendo lo mejor de mí es hacerlo en comunidad. Desde la crianza hasta la música o cualquiera de los proyectos en los que pueda participar parten de la relación con otras personas que están aportando su mejor hacia el mismo fin. Ese es el secreto. Ese, y pasar mucho tiempo en el monte. Ahorras en fármacos y en hígados. Tengo un amor inmenso por la vida y por todo lo que hago. Es buena receta. Y un marido que es pura paz y equilibra el huracán en casa».
¿En la actualidad, qué artista o grupo gallego nos recomendarías? ¿Algún favorito que deberíamos conocer?
Måi: «Sofía Espiñeira, que además está por traer prontito algo nuevo, es de lo que más me emociona en el país. Zeltia Irevire también me inflama la flama. Soy muy fan de los Bregadiers, de la fiesta con estilazo que siempre lleva esa gente. Fillas de Casandra con la invocación a los mitos femeninos, como un trasunto musical e Begoña Caamaño, también me tienen muy enamorada. LaMontagne & PicoAmperio traen mucho mucho poderío también. Quien no haya escuchado a Margarida Mariño y su Cello&Electronics tiene un motivo más para levantarse mañana. Mounqup es algo sobrenatural en el escenario, un animal musical que trae algo muy personal y que te lleva lejos. Brais das Hortas con su “Consertasso na Horta”, escuchad la canción del astronauta y decidme si no dejáis de sentir la gravedad terrestre por un rato. ¡Néboa, hermosura de banda! Hablar de hermosura es hablar de Caamaño & Ameixeiras, Antía Muiño, Baiuca, ¡gracias por llegar!… En fin, no creo que os descubra mucho, pero celebro a estas y a muchas más vecinas».
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Måi: «Pues mucho Paco Pakolas y Paco Nogueiras, pero no siempre son yo quien pincha en mi cuenta. Además de la maravillosa música para todos los públicos que tenemos en el país. Veríamos a Bonobo en escucha compulsiva, a Lisa Hannigan, Aurora, Jónsi y Jocelyn Pook en los primeros puestos. Estoy de ese rollo desde hace un tiempo. Pero también está el Motomami, Lido Pimienta, Totó la Momposina siempre, Zeca Afonso siempre, Silvia Pérez Cruz, María Arnal, Silvana Estrada, El Naan, Florence + The Machine, Mayra Andrade, Perotá Chingó, Dobet Ngaoré, The Gloaming, Kíla, Björk, Billie Eillish, Bon Iver, Bomba Estéreo, Bía Ferreira, RY X, Pearl Jam siempre, Carminho, Natalia Doco, Jack Johnson, Jorge Drexler... ¡No sé cuándo parar!».